lunes, 8 de marzo de 2010

Nueva Zelanda - I



Vivir en Nueva Zelanda, al menos como turista, es muy sencillo. Es un país que ofrece infinidad de facilidades a aquellos que nos decidimos a visitarlo y además hay muchísimas cosas que ver y hacer.
En cualquier lugar, sea una gran ciudad o un pueblo, perdido en medio de la nada, se puede encontrar información de los alrededores, bien en los centros de información (“i-sites”) donde encontrareis mapas, folletos, librillos de cada región… o simplemente preguntando a la gente, ellos mismos lo dicen: “meet the locals”. Debéis tener en cuenta que los “i-sites” tienen un horario bastante reducido y cierran a las 5 de la tarde. Aunque, de todos modos, siempre tienen la información importante pegada en los cristales de fuera, como la zona de camping más cercana, la predicción del tiempo (¡importantísimo! ya os daréis cuenta), etc.
Nosotros, a parte de la idea general que llevábamos con la guía del País Aguilar, en la que encontramos muchísima información, lo primero que hacíamos al llegar a un destino era buscar el “i-site” y preguntar directamente que había de interés allí y en los alrededores, por si había algo que se nos había escapado.



De este país sorprende todo. Lo primero que te preguntas es: “¿Dónde están los edificios?”. No os esperéis grandes ciudades cosmopolitas e inabarcables. Salvo Auckland y Wellington, el resto de las ciudades son pequeñas, muy accesibles, ordenadas y fáciles de visitar. Y no es de extrañar porque en todo el país sólo hay unos 4 millones de habitantes, de los que ¼ viven el Auckland. Teniendo en cuenta esto y sabiendo que el Nueva Zelanda tiene 270,530 km2 sólo queda echar cuentas a cuanto toca cada habitante…
Con el paso de los días te das cuenta de que, además es un país muy práctico, limpio y respetuoso: hay baños públicos incluso en las rutas más alejadas de cualquier tipo de civilización (¡siempre limpios y con papel higiénico!); avisan de cualquier incidente que te puedas encontrar, por ejemplo que la próxima gasolinera está a ¡150 Km.!; los supermercados, a parte de ser increíbles y de tener de todo, abren los 7 días de la semana y generalmente tienen un horario bastante amplio…
Algo a tener en cuenta antes de ir es que Nueva Zelanda es un país sin prisas, al que tienes que ir sabiendo que va a haber momentos de “aburrimiento”. Las distancias entre destinos son muy largas y solitarias: habrá momentos en los que hayas recorrido 200 Km. y sólo te hayas cruzado con una par de coches, seguramente turistas en caravana que se encuentran en la misma situación. Además las ciudades son totalmente distintas a las que estamos acostumbrados: Auckland y Wellington puedes recorrerlas a pie en un día ya que el centro activo es relativamente pequeño. Lo que las hacen enormes son las miles de casas que se concentran en los alrededores. Las ciudades más pequeñas, es decir, el resto, son mucho menos activas y en algunas ocasiones te puedes encontrar paseando a las 6 de la tarde por la calle central y con todo cerrado, incluido cafeterías y bares.



Además es un país dedicado a la naturaleza, y esto es lo que vas a encontrar ante todo. Es cierto que saben lo que tienen y lo enfocan al turismo, pero de un modo respetuoso. Por donde piséis habrán pasado miles de personas, sin embargo os daréis cuenta de que no se ve alterado.
“Meet the locals”, como decía antes, es su lema. La gente es muy amable y además les encanta hablar, lo cual al principio es un problema porque su pronunciación no tiene nada que ver con lo que se pueda aprender en cualquier academia. Nosotros, con nuestro nivel medio de inglés, con el que nos valemos para mantener una conversación más o menos decente, llegamos allí y nos vinimos abajo. Ellos nos entendían, ¡pero nosotros a ellos no!. Por suerte son pacientes… Como anécdota, en los 21 días sólo nos encontramos con 2 personas que hablaban castellano, y trabajaban en la misma tienda… si el inglés no es tu fuerte recurre directamente al lenguaje internacional de los signos, no tendrás problemas.
La gente es sencilla, esa es la definición. No existe protocolo, etiquetas ni nada por el estilo ¡una gozada!. Lo descubrimos los primeros días, mientras comprábamos en un super y empezamos a ver gente descalza. Parece que es algo natural… al principio choca, pero a la larga ya casi te unes. Visites la ciudad que visites, siempre verás a alguien paseando descalzo por la calle.
Y desde luego es un país que está preparado para visitar en caravana. Es cómodo, porque lo tienes todo a mano, es muy fácil encontrar donde acampar y además muy económico.



Las caravanas de alquiler, a parte de estar en muy buen estado, están equipadas con todo lo que puedas necesitar, desde la loza hasta la ropa de cama. Hay cientos de modelos, desde monovolúmenes que sólo tienen cama, pasando por furgonetas con cama y cocina, otras que además tienen baño y después las enormes, que son como casas.
Según vas pasando por las ciudades y pueblos, te das cuenta de la cultura caravanera del país: en cada jardín, a parte de un césped de envidia, suele haber una caravana aparcada.
Nuestra autocaravana era una furgoneta (Mercedes Sprinter), de unos 5 m de largo, con cocina de gas, nevera, microondas, cafetera, tostadora, calentador de agua para infusiones, baño con ducha, armarios por todas partes y dos sofás que se convertían en una cama muy cómoda, por cierto.
El tema es muy sencillo: si no está enchufada a la corriente, lo que funciona es la nevera y las luces, que les llega la energía que se carga mientras está en marcha. Una vez que la enchufas ya puedes utilizar todos los aparatos eléctricos que quieras. Para cocinar teníamos una cocina de gas, conectada a una bombona que suele estar en el exterior, en un compartimento. Basta con abrir la llave y listo. Además tiene dos compartimentos para el agua: uno para el fregadero y para beber y otro para la cisterna y la ducha. Esta agua va a parar a dos depósitos: el de aguas grises, que es donde se recoge el agua de la ducha y fregadero y el de aguas negras, donde va a parar todo lo del retrete. Y no os preocupéis por los malos olores, al tanque de aguas negras se le añade una bolsita química ¡que lo desintegra todo!
Una vez controlado todo esto, toca ponerse en marcha y, superado el hecho de que estamos conduciendo por la izquierda y que las rotondas se toman del revés, todo es fácil. Las carreteras son muy buenas, a pesar de ser simples carreteras generales de doble sentido. Sólo hay pequeños tramos de autovía en Auckland, Wellington y Dunedin.



El límite de velocidad es 100km/h. Y cuando digo que son 100, son 100. Sea una recta o un camino de cabras, ellos van a la velocidad que marcan las señales. También es cierto que, cuando de repente la señal marca 15 Km/h la respetan…ya os imagináis el tipo de curva que viene a continuación… De todos modos son muy tranquilos conduciendo. En tramos difíciles hay carriles de adelantamiento o ensanchamiento del arcén para ceder el paso en caso de que vayas por debajo del límite.
Y en cuanto al precio de la gasolina, está a la mitad de precio que en España, así que ¡a hacer kilómetros!
Por cualquier carretera que transitéis podréis encontrar zonas de descanso, miradores, etc., para parar, estirar las piernas y alucinar con el paisaje.
Todavía no hablé del paisaje… una vez que consigues salir de la ciudad a la que llegaste y empiezas a conocer la verdadera Nueva Zelanda, te quedas casi sin habla… Lo primero que nos dejó boquiabiertos fueron los kilómetros y kilómetros de prado verde, subiendo colinas, bajando hasta valles y todo salpicado por cientos, miles de ovejas y vacas. Después llegaron paisajes totalmente distintos, en la isla Sur: bosques subtropicales, plagados de helechos gigantes y palmeras…pero eso ya lo contaré más adelante…
Ahora llega la decisión: ¿dormir en camping o aparcado en cualquier otro sitio? Es cierto que en principio se puede aparcar y “overnight” en cualquier lugar, mientras no lo prohíba explícitamente (ya os dije que avisan de todo). El país es muy seguro, desde el punto de vista de que las probabilidades de que alguien moleste son muy bajas. Sin embargo hay que ser cautos y precavidos. Hay zonas de descanso al lado de las carreteras que pueden ser apetecibles para pasar la noche, pero que pueden resultar peligrosas por posibles caídas de tierra, piedras o desprendimientos. Generalmente no se puede “overnight” en parques nacionales/reservas, zonas cercanas a campings y aparcamientos en la ciudad. Sí se puede pasar la noche en ciertas zonas habilitadas (sobre todo en la isla Sur), en las que incluso hay baños y zonas para vaciar los residuos de la caravana. Suelen ser gratis o simplemente tienen un precio simbólico.
Como consejo, os sugiero que al llegar al primer “i-site” pidáis el folleto donde aparecen todos los posibles campings o motorcamps, así como un mapa con todas las zonas de acampada libre. Los hay en todos los centros de información.
Nosotros, particularmente, fuimos eligiendo sobre la marcha y lo que más utilizamos fue la opción camping. Sobre todo porque suelen estar más accesibles según vas a avanzando y no tienes que preocuparte para llegar a la zona de acampada libre.
Hay muchísimos tipos de camping y creo que probamos cada uno de ellos: desde un camping propiamente dicho, pasando por un motor-camp, hasta un motel con zona para caravanas. La diferencia se basa en los extras que tengan. Todos tienen baños con ducha, cocina y la mayoría lavanderías, muchos tienes Internet o wireless y después los hay con salón de TV, sala de juegos, parque, barbacoa…
Los cinco estrella podríamos decir que son los llamados “Top 10”. Pero también es cierto que pensando en el peor en el que nos alojamos, supera la media de los que visité en España.
En cuanto a precios, el más caro nos costó 44$ NZ (22€) y el más barato 12$ NZ (6€), dos personas, con la caravana y electricidad. La media ronda los 30$ NZ (15€).
Algo importante a tener en cuenta es que la oficina de los camping suele cerrar a las 8:00 pm, si bien algunos disponen de zonas habilitadas para aparcar si llegas tarde y te registras al día siguiente, pero estos son los menos.
En cuanto al clima, es la gran incógnita. Nosotros tuvimos muchísima suerte, los días que nos llovió ya íbamos de camino en busca de donde dormir y al día siguiente nos sorprendió un sol estupendo.
La pregunta a que día estará mañana la responden con un encogimiento de hombros, es totalmente impredecible. Por eso lo mejor es aprovechar cada momento y si llueve, mala suerte, toca mojarse.
Otra cosa, tened mucho cuidado con el sol, aunque no viajéis en verano llevad protección solar alta, gorra o similar. ¡Quema de verdad!